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Fue uno de los mejores articulistas del pasado siglo, uno de esos periodistas-escritores a los que se cita continuamente, pero a los que nadie, o casi nadie, vuelve a leer. De prosa incisiva, ingeniosa, imprevisible, César González-Ruano (1903-1965) plasmó las menudencias de la vida diaria con un lenguaje fresco, de frase corta, que quedaron reflejadas en miles de deliciosas columnas. Prologado por Francisco Umbral, Diario íntimo 1951-1965 se estructura año a año. Cada año, a su vez, registra todos los meses. Hay algunos saltos -días en que no escribe nada-, pero las anotaciones, desde el punto de vista cronológico, suelen guardar bastante regularidad. Unas veces surge la frase melancólica: «Salí al café Gijón a las diez, pero me volví a casa antes de las doce. El que nevara me despertó no sé cuantos más afanes de hogar sobre los que ya tengo de ordinario». O salta la chispa: «El alemán Haas me hace una fotografía. Hace viento. Le digo que el viento es muy fotogénico». Y el humor: «Vino a almorzar Fernández Flórez. Está cada día más joven. Le pregunto hasta dónde se propone llegar»...