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¿Quién no ha hecho alguna vez la broma de llamar jaulas a las aulas?
Para muchos, la educación es una foto en sepia, decolorada y con rancio olor a naftalina, donde los alumnos están alineados y desdibujados? y este es un lastre en forma de viejas estructuras e idiosincrasias que a día de hoy y con retraso entra en un vórtice de cambio, en un punto de inflexión donde los nuevos profesionales buscan reconciliar al maestro con la motivación y con la importante naturaleza de su figura para poder así innovar, redefinir los roles y potenciarse a sí mismo y al alumno en un proceso creativo donde los viejos decálogos den paso a la comunicación, a la emoción y la empatía en un nuevo tablero para los grandes valores...
No existe una macroindustria del bonsái, porque cada uno es único e incomparable y la estandarización sacrificaría la belleza y peculiaridades de cada uno. De esta manera estas páginas pretenden separar la escuela del concepto de macroindustria para situarla en el terreno que le corresponde, la educación de personas por encima de la estandarización de quintas o promociones... ¿Cómo? Mediante alternativas creativas y dinámicas para mejorar el clima del aula, previniendo y abordando las dificultades que nos podemos encontrar, recogiendo también el importante papel que la familia juega en semejante reto.
Este libro, que apela al entendimiento de la educación desde un sentido holístico e integrador, permite comprender a las personas a partir no solamente de sus capacidades intelectuales sino de todo su conjunto emocional. Y para eso es necesaria la actitud dispuesta de docentes que crean en el diálogo con sus estudiantes y que luchen por los casos perdidos a través de una educación con corazón.