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Estudiosa de historia del arte y de estética, la autora recorre con minucia el hilo que, circulando por buena parte de la obra de Deleuze, urde su apretada red conceptual en torno a la concepción de lo humano como devenir-animal. Idea nuclear que, para configurarse, necesita forjar categorías inéditas en el pensamiento —algunas de las cuales Deleuze elaboró en colaboración con Guattari—, como las de anómalo, mayor y menor, agenciamiento, rizoma, hecceidades, captura, ritornelo. Como trasfondo, desde la epistemología biológica, Geoffroy Saint-Hilaire y Simondon. Desde la filosofía, Spinoza, Bergson. Desde la literatura, Kafka, su Josefina la rata cantora y también aquel bicho innominado que ha dejado de ser hombre para perder también la condición de animal. Como recuerda la autora, «Deleuze no se interesa en el animal en tanto especie dominada o en tanto viviente menor frente a esa especie dominante mayor que sería el hombre. Se interesa en él como fenómeno anómalo, como fenómeno de borde, como devenir que permite a la humanidad pensar la cultura en términos de pluralidad y la vida en tanto diversidad de marchas y de ethos».