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Es necesario conocer la calidad de nuestros sentimientos y emociones para ver con claridad el resultado de nuestras acciones. Afortunadamente los sentimientos son educables. Reconocer los patrones habituales de respuesta a las dificultades es el primer paso a la conciencia. Tomar distancia y observar la situación de una forma realista para pensar nuevas formas de enfrentar el problema es aprender a reorientar la energía emocional. Es importante observar el sentimiento sin juzgarlo, manipularlo o suprimirlo, comprobar que tenemos hábitos que nos traen dificultades. La energía emocional se puede usar para encarar los problemas. Al descubrir el juego entre mente y sensación, conseguimos que la eneergía fluya en dirección positiva. La educación afectiva y sentimental desarrollará lo más genuino y lo más profundo del hombre: el amor, el respeto a los demás, la tolerancia, lo que hoy llamamos una genuina humanización.
Orlando Martín desarrolla una presentación clara del impacto de las emociones en el desarrollo personal y social de la persona, que recoge la experiencia y enseñanza de toda su vida. Sus propuestas se nutren de una antropología y psicología humanista, mediante el enfoque centrado en la persona, la teoría del counseling y la del desarrollo humano, sumando los aportes indispensables sobre la inteligencia emocional de autores como Goleman y Steiner. Su intención es rescatar esta dimensión afectiva e íntima, sexual y vincular, e incorporarla en el desarrollo integral del hombre, en su dimensión comunitaria, social y política.
No es un acercamiento aséptico: tiene una intención humana, estimuladora del despliegue de las dimensiones reprimidas o descuidadas.